Joseph Glidden inventor del alambre de puas
Códigos secretos para tu 'smartphone' que te harán la vida más fácil
¿El más grande descubrimiento de la década? El alambre de puas
Cuando hablamos del oeste americano, que en la mayoría de los casos está idealizado por las películas del género western, solemos pensar en caballos, revólveres, indios, pueblos mineros o grandes rebaños de ganado. Y si nos preguntaran por el invento más determinante de aquella época pensaríamos en el ferrocarril o quizás en el rife winchester 1873, aunque como bien decía, seguramente influidos erróneamente por las películas y las novelas.
A mediados de la década de 1800 tuvo lugar la conquista del oeste, cuando muchos hombres y mujeres buscaron nuevas y fértiles tierras que hacer suyas y trabajar para ganarse la vida. Cumplido el primer propósito se les presentó un problema, proteger sus plantaciones del ganado que vagabundeaba por aquellas enormes llanuras.
Los primeros intentos fueron con simples vallas de madera, pero no resultó efectivo. Tras esas vallas vinieron las alambradas, pero estas tampoco consiguieron frenar al ganado, que metiéndose entre los alambres lograba pasar y hasta derribar los cercados. Y entonces fue cuando Joseph Glidden ideó algo que cambió el destino de aquellos hombres, quizás el invento más determinante de aquella época en el oeste de Estados Unidos.
Cuenta la historia que a finales de 1876 un hombre joven llamado John Warne Gates construyó un corral de alambre en una plaza militar de San Antonio, Texas, en Estados Unidos.
En él metió el ganado más fuerte y salvaje de Texas, o al menos así lo describió él. Otros afirman que eran animales dóciles y hay quienes incluso dudan si esta historia realmente ocurrió.
Pero no importa. El asunto es que John Warne Gates -quien luego se ganaría el apodo de «Apuesto un millón» Gates- comenzó a aceptar apuestas de transeúntes sobre si los animales lograrían romper el aparentemente frágil alambrado y salir del corral.
No lo lograron nunca. Ni siquiera cuando el ayudante de Gates, un vaquero mexicano, comenzó a perseguir a los animales sosteniendo un hierro caliente en cada mano y gritando en español.
«Apuesto un millón» Gates no estaba tan interesado en ganar apuestas. Su desafío era más grande.
Quería vender un nuevo tipo de alambre y los pedidos comenzaron a llover.
Los indios llamaban a ese alambre de espino la cuerda del diablo. Y quizás, si nos paramos un momento, puede que no estuvieran del todo equivocados. No por apartar al ganado de las plantaciones, sino porque también el alambre de espino ha servido desde entonces como barrera en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial y hasta para dividir ciudades.
El diseño creado por Joseph Glidden de DeKalb, Illinois, no fue el primero, pero sí el mejor.
Es el que aún se usa hoy en granjas de todo el mundo.
El alambre puntudo se retuerce alrededor del alambre liso y luego se usa un segundo alambre para evitar que las púas se corran de lugar.
Los granjeros lo compraron en masa.
Tenían sus motivos para estar desesperados por conseguir alambre de púas.
Hasta su creación, la propiedad privada en los territorios del Lejano Oeste era algo poco frecuente, simplemente porque no era viable en un espacio sin fronteras, que parecía más un océano que una extensión de terreno cultivable.
El alambre de púas se hizo muy popular porque resolvió uno de los problemas más grandes de los colonizadores.
Pero también generó violentos desacuerdos.
Y no es difícil entender por qué.
Los nuevos colonos se querían apropiar de tierras que pertenecían a varias tribus nativas.
No es sorprendente que estas tribus llamaran al alambre de púas «La soga del Diablo».
Los cowboys también lo odiaban.